domingo, 8 de febrero de 2009

Lucy in the sky with diamonds

Alguien me toca el hombro. ¿Otra cerveza?. Si, lléguele. Lo veo caminar hacia la hielera y meter su mano entre el vacio. Aprovecho para contar a los que nos mantenemos en pie: allá esta choli, Alvarito y Gabriela. Jaime regresa con nada en sus manos. Mae, el toque es esperar que Monica se despiste y le robamos el tequila. Jaime sigue pensando en la cerveza. ¿Un cigarrito?. Saco dos y le paso uno de inmediato.

Caminamos, es de noche. Atrás quedan la casa de paseo, la callejuela rural, las tiendas de acampar con luces fluorescentes. Se va disminuyendo la música en alguna parte. ¿Jaime anda fuego?. Solo está el cielo: una multitud de puntos blancos fijos en el horizonte. Ni los perros ladran. Estoy con el silencio, el silencio igual que el frio repentino y esta sensación hipnótica de las estrellas. Cierro los ojos por aquello del mareo y la promesa de más alcohol en mi organismo. Entonces escucho un grito. Cuando vuelvo a abrirlos el horizonte parece zigzaguear de manera violenta, como sacudiéndose repentinamente. El firmamento empieza a mostrar un efecto de movimiento espacial; cada uno de los puntos blancos es ahora una mancha multiplicando formas elípticas.

Sin mucha capacidad de reacción trato de regresar a la casa. Los primeros pasos me tiran de rodillas al suelo por la falta de equilibrio. El cielo parece quebrarse. Parece recuperar cierta noción de autonomía. A lo lejos, los demás miran hacia arriba. Yo, también resignado, hago lo mismo.

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