sábado, 25 de julio de 2009

La Llena

El agua fria. El agua yendo y viniendo en mis tobillos. El horizonte lleno de barcos que se empequeñecen poco a poco. Barcos azules con gente azul que mira por ultima vez esta costa.

Esta amaneciendo. Un buque resopla y me distrae. Alguien llega a mi lado.-Las conseguí. Todavía tenemos una hora. ¿no tenes hambre?. Le digo que no con la cabeza. Nos sentamos cerca de la marea, lo suficiente para que el agua nos moje los dedos de los pies.

-¿cuánto te costaron? –Ni preguntes. Ya eso no importa. ¿seguro que no tenes hambre? Ella saca de su bolso una barra de granola, me da la mitad. Las olas no dejan escuchar el crujir de sus muelas. -¿qué hora es? –Ya van a ser las seis.

A la luz de la mañana observamos el resto de la playa: los escombros del paseo de los turistas. –Dicen que el mar va a llegar hasta Orotina, y en época de lluvia a san mateo.

-¿Lo mas lógico no seria irnos a Alajuela o Cartago? -¿A que? ¿a prostituirnos en bares de cuarta? Además, ¿no es que Juan esta alla, esperandote?

Muerdo mi lado de la barra de granola con mas vacío que ganas. Nada mas es el mar en todas su consecuencias; esa musica fatal que arrastra todo lo que nos pertenece.

Cuando nos levantamos para abordar la nave, Maria me toma de la mano. Es su forma de pedirme perdón. No es que tenga que hacerlo, pero ella cree que algún daño me hizo. En el barco ya no soy mas una persona terrestre, soy una criatura con vaivén propio que confía ciegamente en la flotación de los cuerpos.

A lo lejos, Puntarenas se va poniendo azul como mis manos.