viernes, 7 de agosto de 2009

El Peso


-¿Asi no mas? Si, eso dicen las instrucciones. –Yo… queria decirte…
El levanta el vaso y traga. Ella no, duda. Cuando lo vuelve a ver, ya no hay nadie de ese lado, por lo menos ese alguien que durante años había conocido. El cierra los ojos. Respira. Escucha un vaso golpear la mesa.
Enseguida se sientan. Las paredes son extrañamente blancas, sin cuadros. Un mueble con un equipo de sonido los acompaña. Ahora la mesa los divide; en el centro un frasco de pastillas y dos vasos de agua. –Aquí hay una carta. Le dice él mientras la levanta y la ojea. –Entonces vos sos Andrea, mucho gusto yo soy William. Ella baja la cabeza. –¿Te sentís mal? En el frasco dice que no tiene efectos secundarios.
Andrea se levanta y va al baño. William espera y sigue con la carta. Se pregunta la hora, no se siente cansado ni con hambre. Escucha algo raro en el baño. ¿Andrea? Va al baño, de camino la cocina es igual de blanca. Toca la puerta. Andrea sale limpiándose la boca con su manga. –No pasa nada, creo que el almuerzo me sentó mal. William la sigue de regreso a la sala, pero ella no se detiene, continua hasta un cuarto. Dentro hay varias cajas de cartón selladas. Todo dentro de la habitación es blanco, como el resto de la casa.
Andrea se vuelve, se quita con su mano derecha su sostén. William se baja los pantalones, no sabe porque, solo lo hace. Andrea se mete debajo del edredón y da unos golpes a su lado, William le hace caso.
-¿Tenes sueño? No. -¿Será bueno acostarnos? ¿Si queres puedo ir al colchón?
Los dos se quedan inmóviles. William mira al techo, mira que la bombilla sigue encendida. -¿Apago la luz? Si queres.
Intenta levantarse, pero de algun modo un peso mas grande que el mismo lo empuja contra la cama. -¿podes apagarla vos? Andrea se levanta y la apaga. Mientras se mete debajo de las cobijas de nuevo toca el brazo de William, esta terriblemente frío.
–William, ¿te sientis bien?. William no responde. Andrea le toma la mano, siente el peso que se acumula y se acumula y la suelta. Andrea se levanta a oscuras y sale del cuarto. Va al baño y coge la pastilla que había escondido en el botiquín. Se sienta en la sala, con las paredes blancas, el mueble con el equipo de sonido y una silla vacía.
-Este es el peso. Piensa minutos después.
Lo que era Andrea ya no existe. En la casa lo único cierto es una carta que de algún modo confirma su existencia.

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